Un anfiteatro es probablemente uno de los edificios romanos más famosos. La forma de los anfiteatros surge al unir la forma de dos teatros clásicos y eliminando la skene. De ese modo, el espacio resultante es círculo (un óvalo en realidad) con las gradas hacia el interior y una parte central abierta y visible para todo el público, la arena.
La propia palabra, anfiteatro, es en realidad de origen griego, y revela su origen: anfi significa "por los dos lados" y teatro (gr. θέατρον) viene a su vez del verbo θεάω (ver), ya que era el lugar en el que se veían las representaciones teatrales. En conjunto "anfiteatro" significa, literalmente "teatro por lo dos lados".
Las partes más relevantes de cualquier anfiteatro son las gradas (una vez más, como en el caso de los teatros explicados arriba, se diferenciaba entre summa cavea, media cavea e imma cavea) y la arena. A ellas de le unen la estructura bajo la arena, en la que se preparaba a las bestias o se preparaba cualquier espectáculo que se pretendiera sacar a la arena, y los vomitoria. A pesar del nombre, se trata tan solo de las puertas enormes de acceso por las que el público accedía.
En el universo de Los Juegos del Hambre, no solo encontramos que las diferentes arenas que encontramos en los Juegos en los que participa Katniss recuerdan a una versión gigantesca de los anfiteatros, en las que los 24 tributos deben enfrentarse entre sí como ocurría durante los juegos gladiatorios (si bien los gladiadores no solían morir tan a menudo como se cree), solo que en el caso de los Juegos, los tributos deben enfretarse hasta la muerte.
Además de esa referencia, resulta que en los Juegos que tuvieron lugar al principio, se utilizaba literalmente un antiguo estadio cuya descripción recuerda, y mucho a un anfiteatro romano, de hecho, la propia autora lo dice (Balada de pájaros cantores y serpientes, capítulo 1):
Como en el pasado, meterían a los tributos en el Estadio del Capitolio -un anfiteatro que se usaba para los deportes y el entretenimiento antes de la guerra-, y se les proporcionaron armas con las que asesinarse entre ellos. El Capitolio animaba a sus ciudadanos a ver el espectáculo, pero mucha gente lo evitaba. El reto consistía en convertirlo en un acontecimiento más atractivo.
Por si esta referencia parece pequeña, la propia autora hace que el protagonista se queje del funcionamiento de los juegos y de lo crueles que son comparándolos, literalmente, con una arena romana:
¿Metemos a niños en una arena romana para que se maten entre ellos? Esto está mal en muchos aspectos. Los animales protegen a sus crías, ¿no? Y nosotros también. ¡Intentamos proteger a los niños! Forma parte de lo que somos, como seres humanos. ¿De verdad le gusta esto a alguien? ¡Es antinatural! (Balada de pájaros cantores y serpientes, capítulo 6).
Por último, encontramos una descripción de ese mismo anfiteatro mucho más pormenorizada en el capítulo 9 de Balada de pájaros cantores y serpientes, cuando tanto tributos como mentores acaban entrando en la arena durante unos minutos:
Los mentores se apilaron en unos cuantos furgones de la Academia y partieron rumbo al Estadio del Capitolio, construido en la margen opuesta del río para evitar que la muchedumbre congestionara el centro de la ciudad. En su día. el enorme y moderno anfiteatro había sido escenario de numerosos acontecimientos militares, lúdicos y deportivos. Allí si celebraban las ejecuciones de enemigos de alto rango durante la guerra, por lo que se convirtió en objetivo de los bombardeos rebeldes. Si bien la estructura original permanecía aún en pie, inestable y vapuleada, ya solo se utilizaba para acoger los Juegos del Hambre. El exuberante campo de césped meticulosamente cortado había sucumbido a la falta de cuidados. Estaba sembrado de cráteres dejados por las bombas, sin más verdor que el de la maleza que reinaba ahora en la explanada de tierra. Los escombros fruto de las explosiones fragmentos de piedra y metal) yacían esparcidos por todas partes, y el muro de cuatro metros y medio que rodeaba el campo estaba agrietado y desportillado por la metralla. Todos los años de encerraban allí a los tributos sin nada más que un arsenal de cuchillos, espadas, mazas y otros objetos por el estilo con los que garantizar el baño de sangre mientras los espectadores disfrutaban del espectáculo desde sus casas.
(...)
Al otro lado de los tornos, un escuadrón de agentes de la paz desfiló por un pasadizo, sin más guía que el resplandor rojo de las luces de emergencia que había en el suelo. A ambos lados, unos arcos numerados de menor tamaño comunicaban con distintos niveles. (...)
Había estado varias veces en el estadio cuando era pequeño; para ver el circo, sobre todo, pero también desfiles militares bajo la supervisión de su padre. Los últimos nueve años había visto las retransmisiones televisadas de los Juegos, al menos en parte. Pero nada lo había preparado para la sensación que experimentó al cruzar la puerta principal, bajo el gigantesco marcador, y salir al campo. Algunos mentores y sus tributos contuvieron la respiración antes las colosales dimensiones del estadio y el grandor que desafiaba cualquier deterioro. Contemplar las interminables hileras de asientos lo empequeñecía hasta el punto de hacerle sentir insignificante.
(...)
Coriolanus examinó la zona en busca de cualquier cosa que pudiera representar una ventaja para Lucy Gray. El alto muro que cercaba la arena, manteniendo a los espectadores por encima de la acción, parecía prometedor. La superficie dañada proporcionaba multitud de asideros, que a un escalador ágil le permitirían acceder a las gradas. También varias de las puertas, espaciadas de forma simétrica a lo largo de toda la pared. daban la impresión de estar debilitadas, pero al no estar seguro de lo que se ocultaba tras ellas, en los túneles, pensó que convendría abordarlas con precaución. Sería demasiado fácil quedarse atrapado. Los asientos representaban la apuesta más segura, si la muchacha lograba llegar hasta ellos.